¿Sabías que la contaminación atmosférica es responsable de 412.000 muertes prematuras al año en Europa? Eso es más que el doble de las que derivan de accidentes de tráfico.
Estas asombrosas cifras, junto con los múltiples reportes sobre los efectos mortales del calentamiento global, han hecho que la Unión Europea establezca normas y restricciones que favorezcan una vida más sostenible. Estas nuevas reglas tienen como principal objetivo reducir los gases contaminantes como los óxidos de nitrógeno, el monóxido de carbono o los compuestos orgánicos volátiles, entre otros, la mayoría de los cuales proceden del transporte. En este contexto, una de las medidas más efectivas aplicadas por las administraciones públicas ha sido la restricción de la movilidad de los vehículos contaminantes en el centro de las ciudades con el fin de mejorar la contaminación del aire.
Además, en un esfuerzo por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la UE ha puesto en marcha el programa europeo Green Deal con el fin de reducir a cero las emisiones netas para 2050 mediante la asignación de fondos a diferentes iniciativas, entre las que se encuentran las zonas de bajas emisiones (ZBE).
España, por ejemplo, fue uno de los primeros países en tomar medidas drásticas al aprobar el año pasado la Ley de Cambio Climático y Transición Energética que obliga a todas las ciudades de más de 50.000 habitantes a implantar una zona de bajas emisiones antes de 2023. El Plan Next Generation EU, un instrumento diseñado para ayudar a la recuperación de los países europeos tras el estallido de la COVID-19, también destina subvenciones a la implantación de proyectos de movilidad y zonas de bajas emisiones que han demostrado tener un rápido impacto positivo en la calidad del aire.
Entonces, ¿qué son las zonas de bajas emisiones y por qué son importantes?
Zonas de bajas emisiones: ¿qué son y qué beneficios aportan?
Una zona de bajas emisiones es un área en la que se restringe o se limita el acceso de los vehículos con el objetivo de mejorar la calidad del aire. Estas zonas favorecen vehículos como las bicicletas, los vehículos de micromovilidad, ciertos vehículos de combustibles alternativos, los vehículos híbridos, los híbridos enchufables y los vehículos eléctricos.
Se ha demostrado que las ZBE protegen la salud pública al mejorar la calidad del aire, fomentan el uso del transporte compartido y otras opciones de desplazamiento activo, y aceleran la adopción de vehículos con menos emisiones, como los eléctricos. En el centro de Londres, por ejemplo, el nivel de contaminación por dióxido de nitrógeno (la mitad del cual proviene de los motores diésel) se redujo un 44% desde la entrada en vigor de las zonas de emisiones ultra bajas en 2019. Del mismo modo, en Bruselas la reducción de los coches diésel en las carreteras de la ciudad entre 2018 y octubre de 2020 se ha relacionado con un descenso del 9% en la contaminación por dióxido de nitrógeno, y del 17% en la contaminación por PM2,5.
Por muy positivos que sean los resultados, el desarrollo de las ZBE es una tarea difícil para cualquier administración pública. Por ejemplo, ser capaz de entregar toda la información necesaria con la celeridad con la que se asignan las subvenciones y con la que los resultados deben ser entregados. El Gobierno de España ha gestionado fondos de la Unión Europea para conceder ayudas a las ciudades por valor de 1000 millones de euros en 2021 para impulsar el desarrollo de iniciativas como las zonas de bajas emisiones y concederá 500 millones más en 2022. Una vez que estos fondos lleguen a los municipios, el primer paso es organizar las licitaciones de estos complejos proyectos, lo que de por sí lleva meses.
El impacto positivo de la implantación de las ZBE en las ciudades es innegable, pero ¿cómo están gestionando las administraciones locales la compleja tarea de desarrollar zonas de bajas emisiones en tan poco tiempo?
¿Cuáles son los principales retos y soluciones aplicados por las autoridades locales españolas para crear zonas de bajas emisiones?
Dado que frenar el calentamiento global con iniciativas de sostenibilidad se ha convertido en una prioridad en los últimos años, muchas organizaciones internacionales esperan que los gobiernos locales se apresuren a desarrollar estas iniciativas. En España, por ejemplo, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética ya fue aprobada hace un año y la mayoría de los ayuntamientos ya han puesto en marcha un plan para crear las zonas de bajas emisiones que tan importantes son en los programas de la UE. Según los datos de 2020 de la Oficina Nacional de Estadística, el número total de ciudades a las que aplica esta ley es de 149.
El primer reto de estos 149 municipios es decidir dónde se va a desarrollar la zona de bajas emisiones. Para ello es necesario establecer una serie de criterios para las ZBE. En un esfuerzo por ayudar a los gobiernos locales con este reto, NTT DATA EMEAL se ha unido a la Red de Ciudades por una Movilidad con Bajas Emisiones como miembro del comité de trabajo que se encarga de definir estos criterios.
Una vez definidos, las autoridades locales tienen que diseñar toda la operación que incluye, entre otras cosas, innumerables ordenanzas, procedimientos sancionadores, indicaciones sobre cómo se gestionará la zona de bajas emisiones y un plan de comunicación para los ciudadanos.
El último paso es la elección de la solución tecnológica que apoyará y gestionará la zona de bajas emisiones. Hay varios planteamientos al respecto y, como experto tanto en soluciones tecnológicas como en el sector público, la visión de NTT DATA pasa por poner al ciudadano en el centro y desarrollar las herramientas adecuadas para facilitarle el acceso a la ZBE con soluciones fáciles de usar.
Zonas de bajas emisiones en otras ciudades europeas
Cada ciudad sigue sus propias normas. Milán, por ejemplo, tiene cuatro variantes de su zona de bajas emisiones, y solo en invierno se prohíben los vehículos con una norma Euro inferior en la ZBE regional (provincia de Milán). Aun así, la ciudad ha conseguido reducir los niveles de NO2 en un 10% y el tráfico de entrada en algo más del 30%. Barcelona tuvo un enfoque similar y amplió la zona de bajas emisiones a toda el área metropolitana y aplicó restricciones como los horarios en los que no se permiten determinados vehículos. Un enfoque diferente se adoptó en Madrid, donde la zona de bajas emisiones era inicialmente de solo 5 km². Sin embargo, ahora los planes son de ampliar la zona a toda el área de la M-30 para el 2023 y, en última instancia, a toda la ciudad para 2024. Berlín, por su parte, la aplicó a casi toda la ciudad, logrando una reducción del 20% de las emisiones de NO2. Londres es una de las ciudades que más ha notado los cambios que ha traído la ZBE, ya que sus niveles de NO2 se redujeron en un tercio en la zona y la ciudad casi triplicó la cantidad de carriles protegidos para el ciclismo.
En cuanto a las medidas que se han tomado con el fin de mejorar la calidad del aire en las ciudades, el desarrollo de una zona de bajas emisiones es una de las más eficientes y, por lo tanto, una necesidad para cualquier ciudad europea. Con su estricta Ley de Cambio Climático y Transición Energética que obliga a todas las ciudades de más de 50.000 habitantes a implantar una zona de bajas emisiones antes de 2023, España está a la vanguardia de los países europeos en la comprensión del impacto positivo de las ZBE. Sin embargo, el objetivo del gobierno de incorporar las ZBE en su estrategia para convertir sus principales ciudades en municipios más saludables y sostenibles es una tarea difícil para la mayoría de los municipios locales. El proceso de establecer dónde deben estar estas zonas, definir las normas y reglamentos y desarrollar la solución tecnológica es un proyecto complejo que requiere el apoyo de socios de confianza como NTT DATA, con conocimientos probados tanto en tecnología como en la gestión de grandes proyectos para el sector público.